Aung Soe Min es oriundo de Birmania Central, concretamente de la ciudad de Kyaukpadaung. El nombre colonial del país, Birmania, procede de esa región y del grupo étnico bamar que conforma la mayoría de su población. Los bamar descienden de migrantes procedentes del actual Tíbet que desplazaron a los mon y ocuparon esta zona regada por el río Irrawaddy.
Conocí a Aung Soe hace dos años, cuando visité Yangon con mi hermana Bridget. Nuestra abuela, Grandy, había nacido en la Birmania colonial al principio del siglo veinte, hija de un juez inglés y una mujer mon. Queríamos escribir un libro sobre Grandy, y qué mejor lugar para inspirarnos que el país donde empezó todo. Bridget había recopilado gran cantidad de material sobre la historia de Grandy de nuestro archivo familiar, que completó con una metódica investigación en la India Office Library de Londres. Teníamos además grabaciones de cientos de horas de conversaciones con nuestra abuela, un narradora de historias nata que de niños nos cautivaba con relatos de su vida como miembro de una familia atípica en el Raj británico. Ulla, una alemana expatriada, dueña de una tienda de artesanía birmana del centro de Yangón, se interesó por nuestra historia. “¡Pero bueno!: tenéis que conocer a Aung Soe. —nos animó— Es un gran coleccionista de historias y de personas”.
Y así fue como una tarde nos encontramos ascendiendo por las escaleras oscuras y medio ruinosas de un edificio colonial de la capital que nos llevaron hasta un aireado salón con suelo de teca y paredes repletas de cuadros de lo más variopinto, con pinturas hiperrealistas compitiendo con acuarelas, retratos al óleo y con indescifrables propuestas cubistas. Allí, en medio de todo aquello, estaba Aung Soe, inmerso en un acalorado debate con jóvenes birmanos y algún occidental que parecía defenderse bastante bien en la lengua de los jóvenes nativos. Aung Soe se autodefine como galerista, coleccionista y anarquista. Es también cocinero, compositor, organizador de eventos, guía y traductor (ha publicado un diccionario birmano/inglés). Aunque no es menudo, sí es una de esas personas que en inglés calificaríamos de larger than life: más grande de lo que su apariencia física da a entender. En nuestro primer encuentro nos invitó, como es de rigor en Myanmar, a tomar el té. La ligera brisa que entraba por las ventanas abiertas aliviaba el insoportable calor húmedo que todo lo empapa y que parece alimentar el olor a moho que impregna los edificios antiguos de la ciudad. Con el ruido del trasiego callejero que tenía lugar cuatro pisos abajo y las ocasionales carcajadas de los jóvenes de fondo, mojamos nuestras parathas en el té y empezamos a hablar de nosotros, de Grandy, y de su desafortunado primer matrimonio con nuestro abuelo K. De pronto, Aung Soe detuvo con una señal nuestro relato. Echando la cabeza atrás, abrió los ojos como platos (un gesto que ahora, años después, asocio tanto con él…). “Pero entonces… ¿vosotros sois los nietos de K, de U Khin Zaw? ¡Que honor! ¡Pero si es mi héroe!”.
K regresó a la Birmania independiente y su amigo U Un, convertido en primer ministro, le encargó la tarea de fundar una emisora nacional de radio.
Ahí K desarrolló un programa de promoción de la cultura tradicional birmana que le devolvió a las raíces de la música y danza de la época precolonial. Publicó también varios libros: novelas autobiográficas, estudios sobre cultura birmana y cuentos tradicionales. Murió a principios de los ochenta. Por entonces ya era considerado una eminencia de la cultura nacional y se había ganado un sitio en el corazón de los amantes de la música y la danza por los esfuerzos de conservación y promoción que había dedicado a esas artes.
—Emisión de música tradicional